Desde mi regreso a Francia, exploro los paisajes del noroeste del país : llanuras agrícolas, ciudades, bosques, mar. En particular, desde hace 10 años, la Normandía. Altos acantilados y playas inmensas, grandes puertos, escenario del desembarco aliado durante la segunda guerra mundial, motivo favorito de los pintores impresionistas, ubicación de obras de la literatura universal, tesoros arquitectonicos… Partiendo por Le Tréport al norte hasta el Mont Saint Michel al sur : las multitudes llegan desde todas partes del mundo para descubrir los rincones de la costa normanda. Vivo en el centro de este recorrido: la ciudad portuaria de Le Havre, donde el rio Sena desemboca al océano Atlántico.
Documento este entorno de proximidad geográfica por el que camino ávidamente. Constituyo un diario visual desde la curiosidad que me anima y los asombros que me causan las escenas que se ofrecen a mi mirada. Hoy, los llevo hacia la costa urbanizada, acondicionada, escenificada: los balnearios.
Este portafolio habla de lugares de ocio muy cercanos a París. Tienen una función social. El trato a este más que a otro, marca la pertenencia a un grupo con valores, usos y costumbres compartidos. Los balnearios incorporan un proyecto político y económico conscientemente determinado. Se habla el mismo idioma, se cultiva el ‘entre soi’, y se encuentra uno con sus pares en cada nueva temporada. Existe una jerarquía, un orden. La cabañita o la carpita es aristocrática cuando la sombrilla es común, las residencias se transmiten cuando las casas rodantes se desarman, la arena es noble cuando los guijarros son plebeyos. Las playas sirven para las distracciones, para tomar el sol, para actividades deportivas, pero también para el comercio y el consumo. A mí, siempre me ofrecen diversones graficas.